EL ARREPENTIMIENTO es una tristeza por el pecado que inicia Dios, incluyendo la decisión de abandonar todo pecado especifico que el Espíritu Santo nos recuerde.
EL ARREPENTIMIENTO genuino no lleva nunca al cristiano a un estado de depresión por causa de su naturaleza o pecaminosidad. La tristeza que es según Dios, produce arrepentimiento para salvación y nos permite concentrarnos en la justicia redentora si ponemos los ojos en Jesús, el autor y consumador de nuestra fe. 2Cor.7:10-11; Heb.12:2
La enormidad de nuestro pecado nunca es más grande que la enormidad de la gracia de Dios. Porque "Cuando abundó el pecado, sobreabundó la gracia". Rom.5:20
Cuando el apóstol Pablo perseguía al Señor de la Gloria, fue inducido a caer de rodillas con arrepentimiento y confesión genuinos. Su arrepentimiento no lo dejó en un estado de depresión; a cambio, lo impulso a los brazos de un Salvador amante y perdonador. La confesión de su pecado no lo dejó en un sentido de mayor culpabilidad que antes. El apóstol no se centró en cuan injusto era él, sino en cuan justo es Jesús y usó un carácter positivo.
El ARREPENTIMIENTO genuino esta siempre acompañado por la CONFESIÓN de pecados específicos. El Espíritu Santo no da sentimientos vagos de culpabilidad, sino que nos convence de nuestras faltas especificas, ya que la verdadera CONFESIÓN declara los pecados con nombres específicos.
SI CONFESAMOS NUESTROS PECADOS, EL ES FIELY JUSTO PARA PERDONARNOS. 1Jn.1:9
El ARREPENTIMIENTO Y LA CONFESIÓN abren los canales taponados por el pecado, de modo que podamos recibir la presencia y el poder superabundante del Espíritu Santo.
Un pecado acariciado es suficiente para degradar el carácter y extraviar a otros, por eso es necesario confesar todos nuestros pecados a Dios con un corazón contrito y humillado, con la disposición integra de apartarnos del mal para que puedan ser borrados, solicitar que nos sean concedidas las promesas divinas y en el gran día del juicio nos encontremos libres de pecado mediante el perdón concedido por la fe en Cristo Jesús quien se ofreció en sacrificio para redimirnos del pecado.
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El que encubre sus pecados no prosperarà, pero el que los confiesa (ante Dios) y se aparta, alcanzarà misericordia. Prov.28:13
Dichoso el hombre a quién el Señor no culpa de pecado, y en cuyo espiritu no hay engaño. Mientras callè, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el dìa. Porque de dìa y de noche se agravò sobre mi tu mano. Mi verdor se volvió en sequedad de verano. Entonces declare mi pecado, y no encubrí mi culpa. Dije: " CONFESARÉ MIS REBELIONES AL SEÑOR", y tu perdonaste la maldad de mi pecado. Sal.32:1-5
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