martes, 29 de octubre de 2013

INCONFUNDIBLE SERA LA GLORIOSA VENIDA DEL SALVADOR



Por un desgarrón de las nubes una estrella arroja rayos de luz cuyo brillo queda cuadruplicado por el contraste  con la oscuridad.  Significa esperanza y jubilo para los fieles, pero severidad para los transgresores de la LEY DE DIOS.  Los que todo lo sacrificaron por Cristo están entonces seguros, como escondidos en los pliegues del pabellón de Dios.  Fueron probados, y ante el mundo y los despreciados de la verdad demostraron su fidelidad a Aquel que murió por ellos.  Un cambio maravilloso se ha realizado en aquellos que conservaron su integridad ante la misma muerte.  Han sido librados como por ensalmo de la sombría y terrible tiranía de los hombres vueltos demonios.  Sus semblantes, poco antes tan pálidos, tan llenos de ansiedad y tan macilentos, brillan ahora de admiración, fe y amor.   Sus voces se elevan en canto triunfal:  "Dios es nuestro refugio y fortaleza" socorro muy bien experimentado en las angustias.  Por  tanto no temeremos aunque la tierra sea conmovida, y aunque bramen y se turben sus aguas, aunque tiemblen las montañas a causa de su bravura.  Sal.46:1-3


Desde el cielo se oye la voz de Dios que proclama el día y la hora de la venida de Jesús, y promulga a su pueblo el pacto eterno.   Sus palabras resuenan por la tierra como el estruendo de los más estrepitosos truenos.  El Israel de Dios escucha con los ojos elevados al cielo.  Sus semblantes se iluminarán con la gloria divina y brillarán cual brillaba el rostro de Moisés cuando bajo del Sinai.  Los malos no los podrán mirar.  Y cuando la bendición sea pronunciada sobre los que honraron a Dios santificando su sábado, se oirá un inmenso grito de victoria.

Pronto aparece en el este una pequeña  nube negra, de un tamaño como la mitad de la palma de la mano.   Es la nube que envuelve al Salvador y que a la distancia parece rodeada de obscuridad.  El pueblo de Dios sabe que esa es la señal de la venida del hijo del Hombre. A medida que va acercándose a la tierra se vuelve más luminosa y gloriosa hasta convertirse en una nube blanca, cuya base es como fuego consumidor, y sobre ella el arco iris del pacto.  Jesús marcha al frente como un gran conquistador  victorioso en el cielo y en la tierra. Viene a juzgar a vivos y muertos.  Con cantos celestiales, millares de santos ángeles le acompañarán en el descenso.  Su gloria cubre los cielos y la tierra se llena de alabanza.  También su esplendor será como fuego.  Habacuc 3:3-4

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